Cada tarea, actividad, objetivo, compromiso, pide de vos ENERGÍA.
Puede ser dinero, habilidades, tiempo, foco, etc…
Pensá en esa energía como una inversión. Tiene que tener algún tipo de retorno.
Te pregunto, teniendo en cuenta esto… ¿Considerás que tus tareas y objetivos actuales son RENTABLES? ¿Lo que obtenés de ellas supera la inversión que hacés?
Este concepto fue uno de los que más me marcaron cuando comencé en este camino de la productividad consciente. Dejar de pensar solo por tiempo o por tareas, sino en intercambio de energía (física, mental, emocional, espiritual).
Eso nos sirve muchísimo para repensar en qué estamos invirtiendo -o malgastando- nuestra energía, y también ser selectiv@s a la hora de asumir nuevos compromisos y proyectos. Desde anotarme a un nuevo curso, hasta qué noticias consumo y en qué medida, o las conversaciones que elijo tener.
Lo que pasa, y quizás te resuene, es que tenemos una especie de aversión al espacio vacío. Nos aterra tener «tiempo libre» por miedo a desperdiciarlo.
Sentimos que desaprovechamos ese «espacio vacío», como un hogar sin muebles.
Pero… ¿realmente una agenda liviana o con una cantidad moderada de actividades es sinónimo de una vida poco productiva? ¿Una agenda llena es sinónimo de una vida plena?
Sin ir más lejos, los supuestos vacíos pueden ser tiempos de diversión, de ocio, de creación, de aprendizaje, de procesar decisiones, de recarga, de conexión. ¿Por qué menospreciamos este tipo de actividades? ¿Porque (a la vista) no generan dinero, ni estatus, ni un resultado o un avance «tangible» y medible, algo que podamos mostrar? «Mirá, mirá lo que estoy haciendo»
Creo que en el fondo, no se trata de la cantidad, sino del vínculo que establecemos con las distintas actividades y roles que habitamos, comenzar a «medir» nuestra productividad con otros parámetros también nutritivos para nuestro SER: bienestar, equilibrio, energía, evolución, propósito…
¿Te animás a vivir la productividad desde este lugar? 💜