La procrastinación se disfraza de trabajo

¿Cuántas veces nos llenamos de tareas y compromisos solo para postergar lo que realmente tendría impacto en nuestra vida?⁣

Por temor a sentir un poco de incomodidad transitoria, sacrificamos nuestros grandes proyectos, intercambiados por metas superfluas que solo nos brindan satisfacción a corto plazo.

La procrastinación tiene forma de trabajo, a veces mucho trabajo. Abundan los «tengo que» y los «debo», pero muy pocos «quiero».

La procrastinación tiene forma de lista de tareas interminables, de pendientes y de supuestos urgentes, que no «nos dejan tiempo» para las cosas realmente significativas. Su síntoma es la «ocupaditis».

También se disfraza de planificaciones eternas, inspiración permanente, lluvia de «buenas ideas» y proyectos a medias o en sala de espera. Porque… siempre sentimos que «nos falta algo» para dar el paso definitivo.

La procrastinación se esconde bajo vestidos brillantes, agendas saturadas y buenas intenciones. Pero detrás de esa máscara inofensiva se esconde un hábito que erosiona una y otra vez nuestro avance… Y con él nuestra autoconfianza y autoestima.

En el fondo, la procrastinación solo intenta protegernos. De arriesgarnos, de que no funcione, de alejarnos del camino, de tomar una decisión equivocada, de esforzarnos sin recompensa, de mostrarnos vulnerables, de salir del lugar tibio y seguro.

Pero… Muchas veces esa defensa viene con letra chica: también frenamos nuestro progreso, aprendizaje y, en definitiva, el poner a disposición nuestros elementos, habilidades y capacidad de adaptación.

Quizás no se trate de no procrastinar, sino de escuchar su mensaje protector, abrazarla e invitarla a caminar junt@s hacia «lo desconocido», con la certeza de que tendremos y desarrollaremos los recursos para integrarlo en nuestra vida ✨


× ¡Hola!