Orden y caos

Hace poco se viralizó una nota a Marie Kondo donde ella cuenta que «se cansó» de que todo esté perfectamente ordenado todo el tiempo. Incluso confesó que sufrió ansiedad a causa de ello.

Esto género toda una ola de comentarios. Desde «demostró que es humana» hasta «no lo puedo creer… Si ella no pudo ¿Cómo podremos nosotr@s?»

En cierta forma, muchos refieren al miedo al desorden, que sería análogo a «perder el control». Entendemos que Marie se «rindió» ante el caos de la vida, que «se la llevó por delante».

El objetivo de este post no es hablar del fenómeno Kondo, sino de la interpretación caos-orden en nuestra vida.

¿Cuáles son, a mi criterio, los problemas? (Y algunas reflexiones):

1) Pensar que una casa ordenada es aquella donde las cosas no se ensucian, no se usan, no se mueven o lo menos posible. Si no existiera el desorden, no habría qué ordenar. La vida diaria es movimiento. Los objetos se mueven, las cosas se ensucian, los ambiente se degradan. Si no, nuestros hogares serían museos limpios y ordenados, pero inertes.

Para mí el orden no es la ausencia y evitación del desorden, sino el acto consciente de devolver los objetos y los ambientes a su estado «original».

Ya sea limpiar una mancha, llevar un objeto a su sitio luego de usarlo o lavar los platos al terminar de comer, el acto es el mismo: «resetearlos» a un estado más «puro». Pero no para dejarlos quietitos como piezas de arte, sino para volverlos a usar y disfrutar. Una y otra vez.

2) Pensar el orden o desorden en términos absolutos y extremos. Podemos tener un hogar donde los objetos y tareas fluyan y se reseteen de forma regular más no obsesiva.

No hace falta estar «reseteando» TODO el tiempo; habrá momentos en los cuales el hogar estará más y menos ordenado, más y menos limpio.

Pero el «secreto» está en encontrar un punto medio sostenible, un eje donde podemos ir más hacia un lado o hacia el otro y sea más fácil recuperar ese centro que andar oscilando en los extremos.

3) Aceptar que el orden «perfecto», de foto Pinterest, es eso: la fracción de segundo en que se toma la foto.

El orden no está en forzar esa fotito idílica a costa de nuestra salud y bienestar (como cuando jugamos al Jenga e intentamos desesperadamente que no se derrumbe), sino en crear un ritmo en el baile entre el uso y el reseteo.

4) Creo que se confunde el caos con el desorden. Para que haya un desorden, primero tiene que haber un orden (por ejemplo, si los objetos no están en su sitio, es porque previamente les asignamos uno).

El Caos, en cambio, tiene que ver con el mundo de las posibilidades y la creación. Por ejemplo, cuando nos mudamos y vamos armando los ambientes en función de nuestros objetos, necesidades y gustos.

Como cierre, creo que es súper sano amigarnos con el ciclo natural orden- desorden como parte de la vida. No como un monstruo del que escapar y temer, sino un juego que podemos jugar a través de la organización, los hábitos y las rutinas.

Quizás Marie Kondo no se rindió ante el desorden. Quizás descubrió que una nueva realidad necesita nuevas reglas. Su caos la invitó a hacer «reset», pero a sus rutinas y creencias.

O quizás simplemente quería hacer catarsis, ¿Por qué no?

Quizás el vacío sea el lienzo donde los sueños e ideas esperan pacientes, y en la aceptación de lo incierto se encuentre la verdadera libertad.

Quizás (solo quizás), nunca se trató de ordenar para controlar, sino de ordenar para evolucionar.

Porque en el desorden radica mi capacidad de crear, depurar y actualizar mis propias reglas.

Porque la suciedad me invita a purificar aquello que pide un reseteo.

Porque en el movimiento es donde encuentro mi equilibrio.

Porque en la quietud comprendo que nada es permanente y por eso puedo disfrutar sin pretender que dure para siempre.

Y porque el sabio Caos me recuerda que la creación y el cambio no solo piden buscar la luz, sino hacer consciente la oscuridad.

× ¡Hola!