¿Cuántas veces dilatamos una decisión o un paso necesario? Nos decimos cosas como:
– «me falta preparación»
– «no es el momento»
– «primero tengo que terminar tal cosa»
– «más adelante»
– «no me siento segur@»
– «no sé si me va a ir bien»
– «aún no estoy list@»
– «la «cosa» está difícil»
Todas ellas tienen el mismo origen: tu necesidad de control. Para protegernos, nuestra mente busca seguridad, certeza, certidumbre. Quiere alejarte de un posible dolor, y para ello busca todas las «amenazas» o cosas que puedan salir mal. ¿Te suena familiar?
La realidad es que nunca vamos a estar list@s. La certeza no existe, es una ilusión. Por ello, cuando postergamos, es como que tenemos una gran incógnita en nuestra cabeza sobre «¿qué pasará?». Incógnita que tu mente llena con miedos, expectativas, fantasías y experiencias pasadas. Y cada vez se hace más grande.
Peeero, la acción te da algo que la postergación no: RESULTADOS. A medida que avanzas con algo, ese vacío comienza a» llenarse» de hechos reales, pruebas fehacientes, experiencias. Te das cuenta de que no era tan grave, tan difícil ni tan aterrador.
O sí, pero también ves que tenés los recursos para hacerle frente o que los podés ir desarrollando, podés pedir ayuda, formarte, ir ajustando, etc. Vas CRECIENDO con el desafío, y por ello cada vez te resulta más fácil y podés ir animándote a más.
Por eso, mi consejo de hoy es diferenciar preparación de postergación. Aprende a detectar cuándo estás calentando motores para salir a la carrera de cuando usas la excusa de que te falta algo para quedarte en boxes. Lo que de verdad va a darte seguridad y certeza en vos mism@ es DECIDIR, autogobernar tus miedos y ser protagonista, no solo transeúnte mirando la vida pasar. ¡Buenos días!