Nuestro cerebro, cada vez que cambia de tarea, hace un gasto de energía.
Por un lado, tiene que cerrar lo que estaba haciendo, y luego ponerse en clima con lo nuevo. Por eso el arranque suele ser la parte más difícil.
Esto es una de las razones por las que nos conviene armar «paquetes» de tareas agrupadas por similitud o por contexto. Porque hacemos un solo «arranque», y luego con la inercia vamos entrando en estado de flujo.
Este simple hábito aumenta la productividad y el tiempo que podemos mantener la concentración y el ritmo. Además nos brinda esa sensación de «cierre y avance» que tanto agradece nuestra mente.
Te cuento algunos lotes en mi día a día:
Compras: me hago una lista por categoría (carne, verduras, frescos, etc.) y me armo la ruta para ir yendo a cada lugar. Así hago una sola compra general a la semana o máximo dos. También aprovecho esos espacios para otras gestiones del contexto «fuera de casa», como cargar nafta, retirar efectivo, hacer alguna compra especial, etc.
Consultas y mails: una parte importante de mi trabajo es responder y enviar mensajes, ya sea por WhatsApp, Instagram y mail. Por eso, me doy espacios de aproximadamente media hora a lo largo del día para ir respondiendo todo junto. En general, la primera media hora de mi jornada de trabajo es responder mensajes y gestionar pendientes operativos.
Contenidos: otra parte importante de mi trabajo es la de compartir contenido e historias en Instagram. Por eso, me voy armando una base de post (las frases, las de tips, etc.). No hago una por una sino que cuando junto varias las armo «en serie» en Canva.
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