La organización personal no depende de hacer muchas tareas ni embarcarnos en miles de proyectos para llenar la agenda, sino en seleccionar aquellas que más se ajusten a nuestros objetivos y nos acerquen al estilo de vida que deseamos. Parece una obviedad. Pero lo obvio, por su misma cualidad, a veces lo pasamos por alto.
Pongamos un ejemplo sencillo. Tengo ganas de anotarme a un curso de crochet que dura 4 meses. El curso es presencial, a 30 cuadras de mi casa. Además, es solo una vez por semana y el precio es accesible. ¡A por él!
Dividamos esta meta en sub-pasos:
- Comprar los materiales iniciales para el curso y para seguir practicando en casa. Eso a su vez significa: evaluar qué opciones hay y qué colores elegir, ir hasta la tienda donde venden estos materiales, volver a casa. Repetir las veces que haga falta o me quede sin materiales.
- Ir todas las semanas al curso desde mi trabajo. Eso significa: salir de casa con los materiales, tener en cuenta el tiempo de transporte, llevar o comprar alguna vianda para la merienda entre el trabajo y el curso, salir de la ofi a horario, hacer la clase, volver a casa, etc. Repetir esto todas las semanas.
- Practicar regularmente en casa. Eso significa: tener siempre materiales para poder trabajar, asignar un par de horas diarias o semanales para practicar, buscar un entorno cómodo, leer los diagramas, mirar algunos videos o estudiar el material que nos dio la profe. ¡Ah! Y por supuesto no puedo empezar sin hacerme un cafecito. Y una vez termino la actividad, tengo que guardar los materiales en su sitio, deshacer todos los nudos que se hicieron en el ovillo, colocar todo en el sector asignado para los materiales, etc.
Repetir estos pasos durante los 4 meses que dura el curso.
Si esto ya te resulta un montón, tené en cuenta que solo puse las submetas y tareas principales. Si sumamos tooodas las microtareas asociadas puedo decir que un “simple curso” de 4 meses tiene más de 200 o 300 tareas asociadas. Multiplicá ese número por todos tus compromisos, proyectos y actividades del día a día. ¡Una enormidad!
Con este ejemplo no pretendo que canceles todos tus compromisos o des de baja todos tus proyectos. En absoluto. Simplemente es para que tomemos consciencia de que todo proyecto, actividad u objetivo requiere de tus 3 recursos internos: tiempo, energía y atención. Además de recursos materiales, humanos y técnicos, de ser necesario.
¿Cuántas veces decimos «Ay! Es que no hago nada! ¡Me falta disciplina!»? Pero cuando empezamos a traducir nuestra rutina en acciones concretas, como la que acabo de mostrarte, nos damos cuenta de que gestionamos MUCHO MÁS de lo que creemos. Y que muuuchas veces, nuestro cansancio, procrastinación o dificultad para sostener ciertas actividades, no son por vagancia, pereza o poca disciplina, sino que vienen de este no-reconocimiento de que nuestro tiempo, foco y energía no son infinitos, que nuestra capacidad de compromiso tiene límites. Y que a veces se trata de comenzar a invertir estos recursos de una manera más eficiente y amorosa, en lugar de castigarnos.
En síntesis, ningún proyecto es gratis. Todos piden a cambio cierto número de horas y, por ende, de vida. Por eso es importante evaluar costo-beneficio antes de aceptar un nuevo compromiso u actividad. Pues muchas veces actuamos por impulso, por el sí fácil o porque estamos aburrid@s y queremos probar cosas nuevas, pero no nos damos un tiempo de reflexión para saber a consciencia si es un compromiso que realmente deseamos y/o podemos asumir en nuestra rutina.
Espero te haya servido este post para reflexionar sobre nuestra forma de organizarnos y para poder encararla desde un lugar expansivo, realista y constructivo!